Khalil Ebrahim AlQassab tenía 18 años cuando fue detenido por segunda vez en su vida en su casa de Sehla Norte en mayo de 2013. Desde su detención, Khalil ha sufrido torturas físicas y psicológicas, así como discriminación religiosa a manos de las autoridades bahreiníes. Permanece en la prisión de Jau, donde está cumpliendo una condena de más de dos décadas.
Khalil fue detenido por primera vez en abril de 2012 tras recibir una citación por su participación en la manifestación de la Glorieta de 2012. Estuvo detenido 24 días y fue puesto en libertad el 8 de mayo de 2012. El 18 de mayo de 2013, agentes vestidos de paisano allanaron la casa de Khalil en Sehla Norte a las 2:30 de la madrugada. Lo detuvieron sin orden judicial en el marco de una campaña de redadas arbitrarias en la zona, por lo que su educación se vio interrumpida.
Tras su detención, Khalil estuvo desaparecido por la fuerza durante toda una semana, ya que su familia no supo de su suerte ni de su paradero durante ese periodo hasta que él les llamó y les informó de que estaba siendo interrogado en el CID, donde no tenía acceso a un abogado. En el CID, Khalil fue sometido a torturas para que confesara los cargos que se le imputaban.
Luego fue trasladado al Centro de Detención del Dique Seco, donde permaneció unos días antes de ser trasladado a la comisaría de AlKhamis porque su nombre se añadió al caso del asesinato de un agente de policía llamado Mohamed Asef. En la comisaría de AlKhamis, Khalil también fue interrogado sin abogado durante un par de días. Durante el interrogatorio, fue torturado y obligado a confesar actos que no había cometido. Después de confesar, Khalil fue devuelto a la nueva prisión del dique seco, y luego fue trasladado a la prisión de Jau para recibir tratamiento tras sufrir un dolor extremo en la espalda.
En el CID y en la comisaría de AlKhamis, Khalil fue sometido a graves y diversas formas de tortura física y psicológica. Le vendaron los ojos, le impidieron rezar y dormir, lo obligaron a permanecer de pie durante largos periodos de tiempo y lo sometieron a golpes y descargas eléctricas en todas las partes del cuerpo. En el Centro de Detención del Dique Seco, Khalil fue colocado desnudo en una habitación de 1 metro cuadrado con aire acondicionado, y se le vertió agua fría. Además, Khalil fue objeto de discriminación por su secta religiosa y se le impidió rezar durante el primer periodo de su detención.
A Khalil solo se le permitió reunirse con sus padres por primera vez en el Centro de Detención del Dique Seco el 10 de junio de 2013, aproximadamente un mes después de su detención. Sus padres informaron de que tenía signos de tortura en la cara y que se quejaba de dolor en la cabeza.
Khalil fue condenado en tres casos distintos. El 31 de julio de 2013 se le acusó de reunión ilegal y disturbios y se le condenó a 2 años de prisión. Tras la apelación, su condena se redujo a 1 año. El 19 de febrero de 2014, Khalil fue acusado del asesinato del agente Mohamed Asef el 14 de febrero de 2013, y fue condenado a cadena perpetua. El 31 de agosto de 2014, el Tribunal de Apelación redujo la condena de Khalil en este caso a 10 años. También se presentaron cargos contra Khalil en relación con los disturbios que tuvieron lugar en la prisión de Jau el 10 de marzo de 2015. En este caso, su condena se redujo de 15 a 10 años de prisión tras la apelación. El 30 de enero de 2018, el Tribunal de Casación confirmó todas las sentencias dictadas contra Khalil, que fue condenado a un total de 21 años de prisión. Durante todos los juicios, a Khalil se le negó el acceso a su abogado, no tuvo el tiempo ni las instalaciones adecuadas para prepararse para el juicio, no se le permitió presentar pruebas y no se le llevó rápidamente ante un juez.
En abril de 2019, Khalil sufría de hemorragias nasales diarias, y aunque la administración de la prisión de Jau lo trasladaba a la clínica de la prisión, solo le daban una compresa de hielo y analgésicos, en lugar de presentarlo a un especialista. Debido a las malas condiciones higiénicas de la prisión de Jau, Khalil contrajo el coronavirus en marzo de 2021. Dijo a sus padres que había perdido el sentido del gusto y del olfato. Durante el periodo que transcurrió desde la infección de Khalil hasta su recuperación, sus padres no pudieron ponerse en contacto con él ni recibir noticias sobre su estado de salud, a pesar de haber presentado varias quejas al Defensor del Pueblo en este sentido. Al contraer el virus, Khalil no fue aislado del resto de los presos y se le mantuvo en la misma celda, donde la ventilación es mala y el movimiento es limitado. A Khalil no se le permitió salir de su celda mientras duró su enfermedad, ni se le dio acceso a ningún tratamiento o personal médico. También informó de que no podía moverse por el dolor que sentía y que sufría problemas respiratorios. Las autoridades penitenciarias no informaron a los presos de la medida de precaución que debían seguir, y las celdas y los pasillos no se higienizaban regularmente para evitar la propagación del virus.
El trato dado por las autoridades bahreiníes a Khalil, que sólo tenía 18 años en el momento de la detención, desde su privación arbitraria de libertad sin orden judicial, la denegación de un juicio justo y de los derechos al debido proceso, las graves torturas, la discriminación y la denegación de atención médica y educación, constituyen todas ellas violaciones de las obligaciones contraídas por Bahréin en virtud de la Constitución bahreiní y de los tratados internacionales, concretamente la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (CAT) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ICCPR). Por lo tanto, ADHRB insta a las autoridades a retirar todos los cargos falsos e inventados contra Khalil y a concederle un juicio que respete las normas judiciales y probatorias internacionales, es decir, que descarte las confesiones que le fueron extraídas bajo tortura y que tenga en cuenta su corta edad en el momento de su detención. Por último, la ADHRB hace un llamamiento a las autoridades bahreiníes para que investiguen urgentemente las denuncias de tortura y trato inhumano por parte de los agentes de investigación con el fin de que rindan cuentas.