Ahmed Jaber Radhi es un ciudadano bahreiní de 24 años procedente de Jidhafs que trabajaba como contable en un restaurante antes de su detención en agosto de 2018. Acusado injustamente de participar en actividades terroristas a pesar de presentar pruebas exculpatorias, Ahmed fue condenado y enviado a la prisión de Jau para cumplir su condena. Allí contrajo el COVID-19 como resultado de la incapacidad de la prisión para contener el brote del virus.
El 8 de agosto de 2018, al amanecer, policías antidisturbios y agentes vestidos de civil irrumpieron en la casa de la familia de Ahmed. Los agentes confiscaron el teléfono de Ahmed y se incautaron de los teléfonos de su hermana y su padre antes de detenerlo sin indicar el motivo de su detención ni presentar una orden de arresto. Poco después de su detención, se permitió a Ahmed llamar muy brevemente a su tío para informarle de que estaba en la Dirección de Investigación Criminal (CID). Después de esa llamada, la familia de Ahmed no recibió noticias de él y no pudo contactar con él durante tres semanas.
Durante esas tres semanas, los agentes de la CID interrogaron a Ahmed sin su abogado en varios lugares que él no podía recordar. Los agentes lo torturaron, golpearon y maltrataron durante el periodo de interrogatorio en un intento de obtener confesiones sobre los cargos que se le imputaban, pero Ahmed no confesó.
El 13 de diciembre de 2018, Ahmed fue condenado por 1) haber recibido formación en Irak sobre el uso de armas y explosivos para utilizarlos con la intención de cometer delitos de terrorismo, y 2) haber recibido dinero de un grupo que realiza actividades terroristas para utilizarlo en la realización de dichas actividades y gastarlo en las familias de varios presos en causas penales. A pesar de presentar su pasaporte ante el tribunal para demostrar que no había viajado a Irak, fue condenado a 10 años de prisión en la cárcel de Jau, se le impuso una multa de 100.000 dinares bahreiníes y se le retiró la nacionalidad. Sin embargo, posteriormente se le restituyó mediante un indulto real. La sentencia judicial contra Ahmed fue confirmada tanto por el Tribunal de Apelación como por el Tribunal de Casación el 28 de mayo de 2019 y el 27 de julio de 2020, respectivamente.
Desde el inicio de la pandemia de COVID-19 y, especialmente, desde el brote del virus en la prisión de Jau, las visitas a la prisión se han suspendido y se han sustituido por videollamadas irregulares y breves con los familiares. El 27 de marzo de 2021, la familia de Ahmed se enteró, a través de la aplicación del Ministerio de Sanidad, de que había dado positivo en la prueba de COVID-19. Al día siguiente, el 28 de marzo de 2021, la familia de Ahmed recibió una llamada del Ministerio de Sanidad para informarle de la infección de su hijo por COVID-19 y preguntarle por las personas con las que vivía y tenía contacto. El empleado del Ministerio de Sanidad no sabía que Ahmed era un preso hasta que la familia aclaró que era un recluso de la prisión de Jau. Ahmed pudo llamar a su familia el 29 de marzo de 2021, y parecía estar enfermo y cansado.
Les contó que, tras contraer el virus, lo trasladaron del edificio 20 al 18 de la prisión de Jau, donde estuvo recluido en una celda con otros cinco reclusos. Una semana más tarde, el 5 de abril de 2021, Ahmed se sometió a una nueva prueba de COVID-19 y sus resultados fueron negativos. Ese mismo día, llamó a su familia y su voz sonaba mucho mejor que en la última llamada. Durante el periodo en que estuvo enfermo de COVID-19, Ahmed recibió una atención y un tratamiento médico mínimos, que consistían principalmente en paracetamol, estaba encerrado en su celda las 24 horas del día y no se le permitía salir a tomar aire fresco. Además, antes del brote dentro de la prisión, los reclusos no recibían productos sanitarios ni mascarillas, e incluso ahora sólo se les da mascarillas cuando tienen que salir de su celda o de la prisión para una visita o una llamada telefónica.
El trato que las autoridades bahreiníes dispensan a Ahmed, desde su detención arbitraria sin orden judicial hasta la denegación de su derecho a un juicio justo, pasando por la tortura, los malos tratos y la denegación de atención médica y asistencia adecuadas, constituyen todas ellas violaciones de las obligaciones contraídas por Bahréin en virtud de la Constitución del país y de los tratados internacionales, concretamente la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (CAT) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ICCPR). Por lo tanto, la ADHRB insta a las autoridades a que retiren la condena dictada en un juicio injusto y a que concedan a Ahmed un nuevo juicio que respete las normas judiciales y probatorias internacionales, y a que investiguen las denuncias de tratos inhumanos y malos tratos para que los funcionarios de prisiones rindan cuentas. Por último, la ADHRB hace un llamamiento a las autoridades de Bahréin para que respeten las normas básicas de higiene y saneamiento y se aseguren de que Ahmed no vuelva a estar expuesto diariamente al riesgo de contraer el COVID-19, entre otras enfermedades, virus e infecciones.