La reciente partida del Embajador de los Estados Unidos en el Reino de Bahrein, Justin Hicks Siberell, ha suscitado preguntas en el Congreso sobre el papel moral y estratégico de los Estados Unidos en el Oriente Medio. Diplomático de carrera y experto en la lucha contra el terrorismo, el Embajador Siberell trabajó en estrecha colaboración con el Gobierno de Bahrein para garantizar la seguridad regional desde el punto de vista de la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el Embajador Siberell no hizo nada para impedir que el Gobierno de Bahrein encarcelara arbitrariamente a un gran número de sus ciudadanos y violara otras innumerables leyes nacionales e internacionales de derechos humanos; en lugar de ello, celebró constantemente nuevos acuerdos de armas y avances en materia de seguridad nacional.
No se discute el hecho de que la política de los EE.UU. hacia Bahrein no tiene en cuenta los derechos humanos ni reformas políticas. Al confirmar al próximo embajador en Bahrein, el Senado de los EE.UU. necesita garantías de que dará prioridad a detener una mayor liberalización, proteger las libertades civiles y crear una verdadera rendición de cuentas para garantizar los derechos humanos básicos y, lo que es igual de importante, una verdadera estabilidad política.
Los esfuerzos de lucha contra el terrorismo en el Oriente Medio siguen siendo pertinentes y necesarios, pero no deben realizarse a expensas de los derechos humanos de los bahreiníes. El primer paso para crear un entorno más estable y sostenible en Bahrein es dar prioridad a estos derechos básicos. Esto significa presionar al gobierno de Bahrein para que ponga fin a la persecución de sus ciudadanos. También significa poner fin a las detenciones arbitrarias y a la práctica de golpear, torturar y violar a los detenidos para obtener confesiones forzadas por delitos a menudo inexistentes. Los centros de detención de Bahrein deberían cumplir las normas internacionales y disponer de instalaciones adecuadas, lo que supondría un cambio drástico con respecto a sus condiciones actuales, que incluyen horrores como el agua no potable y la comida infestada de gusanos. El nuevo embajador de Bahrein debería luchar contra el hecho de que se encierre a los detenidos en celdas durante 23 horas al día y se les niegue el acceso a las visitas de sus familiares. El Senado sólo debería confirmar a un embajador designado que se comprometa a perseguir activamente los derechos humanos como una prioridad, no como una idea tardía.
Cuando el embajador de los Estados Unidos en Bahrein deja claro que las leyes deben girar en torno a la libertad de los ciudadanos del Reino, las libertades civiles tienen espacio para crecer. El futuro embajador debe asegurarse de que el gobierno de Bahrein garantice a sus ciudadanos las libertades de expresión, reunión y asociación. Estos derechos fundamentales, junto con la libertad de una prensa independiente, son las características de una sociedad sana y estable. El nuevo embajador debe dar prioridad al derecho individual a un juicio rápido y justo en el que se respeten y garanticen las debidas garantías procesales de acuerdo con las normas jurídicas internacionales, en lugar de los juicios masivos en los que la única prueba son las confesiones obtenidas mediante tortura. Sólo cuando el nuevo embajador priorice estos valores, el Senado podrá confirmar el nuevo puesto.
Una vez establecidas las libertades básicas, el nuevo embajador en Bahrein debe garantizar la rendición de cuentas, tanto dentro de Bahrein como en el sistema internacional. En el plano nacional, la Dependencia del Ombudsman y de Investigaciones Especiales debe ser totalmente independiente y eficaz. El nuevo embajador debe utilizar las ventajas de los Estados Unidos, como la retención de fondos, el entrenamiento de las fuerzas de seguridad, la autorización de cualquier venta de armas o tecnología estadounidenses, y otras hasta que se pueda medir una mejora real en lo que respecta a las condiciones de los derechos humanos sobre el terreno. Con la Quinta Flota de la Marina de los Estados Unidos en Manama, la financiación de las fuerzas de seguridad de Bahrein y casi mil millones de dólares anuales en ventas de armas, los Estados Unidos ejercen una enorme influencia sobre Bahrein; es hora de que los Estados Unidos utilicen por fin su poder diplomático para hacer que el Gobierno de Bahrein rinda cuentas de sus violaciones de los derechos humanos.
Los derechos humanos y la seguridad regional no se excluyen mutuamente. El nuevo embajador en Bahrein debe encontrar el equilibrio estratégico entre ambos. El Senado sólo debe confirmar a un candidato que garantice que presionará al gobierno de Bahrein para garantizar los derechos humanos, las libertades civiles, la rendición de cuentas y la estabilidad de sus ciudadanos.