El embajador de los Estados Unidos en Bahréin, Justin Hicks Siberell, es un diplomático de carrera y experto en la lucha contra el terrorismo a punto de concluir su período como embajador en Manamá, Bahréin. Antes de ser embajador en Bahréin, Siberell sirvió en cinco misiones distintos países y se desempeñó como “Coordinador de Antiterrorismo en funciones” para el Departamento del Estado. El Embajador Siberell, lejos de ser una persona nombrada políticamente, es un experto en estas cuestiones y un talentoso diplomático; sin embargo, por muy noble que parezcan sus intenciones, estas no están en sintonía con las actuales y urgentes necesidades de los bahreiníes y de la alianza estadounidense – bahreiní. Hay una razón por la que el embajador Siberell fue seleccionado para este puesto: los esfuerzos antiterroristas son imperativos en la región. Sin embargo, aunque el Embajador Siberell ha prometido hacer más, hasta ahora al menos, sus promesas parecen tan vacías como las reformas políticas de Bahrein.
La falta de compromiso del Embajador Siberell con la situación de los derechos humanos en Bahréin es algo muy evidente en sus declaraciones públicas. Se apresura a celebrar un nuevo acuerdo de armas o a dar sus condolencias cuando se produce un ataque terrorista en la región, sin embargo, no ha comentado ni una sola vez el asunto más grave de Bahrein: el continuo abuso del gobierno contra su propio pueblo. Las acciones del Embajador Siberell demuestran que valora más su relación con la familia gobernante de Bahrein que el cumplimiento de su deber de representar los principios americanos en Bahrein. Como una de las naciones fundadoras de la tradición democrática moderna, Estados Unidos tiene la responsabilidad de llevar sus valores democráticos donde quiera que vayan y el embajador ha fallado claramente en hacerlo
En su audiencia de confirmación, el embajador Siberell reconoció que la seguridad y la moralidad en la política exterior estadounidense no se excluyen mutuamente. “El aumento de nuestra cooperación en materia de seguridad con Bahrein no disminuye el énfasis permanente que ponemos en las cuestiones de derechos humanos. De hecho, nuestra cooperación antiterrorista y militar con Bahrein va unida a un claro entendimiento de que la propia estabilidad y seguridad a largo plazo de Bahrein depende de que logre una reconciliación política y mantenga su compromisos con los derechos humanos universales”. Al parecer, este entendimiento no era tan claro como el Embajador había pensado en su momento, ya que los ejercicios militares conjuntos y las ventas de armas no han hecho mas que aumentar desde que el Embajador Siberell comenzó su mandato, pero los informes de tortura por parte de las fuerzas de Bahrein han aumentado a la par y las elecciones de 2018 llegaron y pasaron sin ninguna reconcilliación política.
El Embajador Siberell también declaró que “seguirá instando al Gobierno de Bahrein a que adopte medidas para garantizar unas elecciones inclusivas”, una promesa que no parece haberse cumplido nunca. Sin rodeos, terminó su declaración de apertura en su audiencia afirmando que “trabajare para asegurar que sigamos manteniendo un diálogo abierto y honesto con Bahrein sobre toda la variedad de cuestiones que afectan a nuestra relación bilateral, incluidos los derechos humanos”. La retrospectiva ha revelado que esto es solo otra mentira dicha frente al Senado de los Estados Unidos.
Después de asegurar la solidaridad con los defensores de los derechos humanos durante su confirmación, inmediatamente dio un giro y comenzó a elogiar a la familia gobernante de Bahrein y a su nuevo hogar en Manama, llamándola “tierra de libertad religiosa”. Esta es la misma tierra que es mayoritariamente chiita, y sin embargo está gobernada por el puño de hierro de la minoría de la familia gobernante suni. En un simposio sobre derechos humanos el mes pasado, el director adjunto de Human Rights Watch para el Oriente Medio y el Norte de África, Joe Stork, dejó muy claro que la situación de los derechos humanos en Bahrein solo se ha deteriorado aún más.
Afirma que las libertades en Bahrein hoy en día son aún más escasas que cuando empezó a trabajar allí hace 25 años. Incluso desde el comienzo del gobierno de Trump, se ha detenido a todos los miembros restantes de la oposición política y han aumentado las detenciones arbitrarias y las palizas de las fuerzas de seguridad. Además, en los últimos tres años, las ventas de armas a Bahrein ha aumentado hasta casi mil millones de dólares al año, cifras que no se habían visto antes de las protestas de 2011. Mientras tanto, el Embajador Siberell vive cómodamente en una de las ciudades más grandiosa del Oriente Medio, mientras que un gran número de ciudadanos inocentes de Bahrein se pudren en la cárcel por su activismo político. La familia gobernante aparentemente aprecia su trabajo, o la falta del mismo; el 1 de julio, el Rey Hamad Al Khalifa concedió al Embajador Siberell la Orden de Primera Clase de Bahrein para mejorar las relaciones entre los dos países. Siberell, en palabras de Joe Stork, “no es amigo de los derechos humanos”. Es de esperar que su sustituto en Manama de un tono más duro a las innumerables violaciones de los derechos humanos en Bahrein.