El 27 de marzo de 2019 se produjo un ataque cerca de la entrada del hospital rural de Kitaf, en Yemen, en el que murieron siete personas, cuatro de ellas niños. Este último ataque aéreo ha atraído una importante atención internacional, ya que el personal de derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Yemen ha iniciado una investigación sobre el ataque. Países como Estados Unidos, entre otros, se han hecho eco de las peticiones de investigación. Sin embargo, este último atentado sólo es representativo de un problema mayor dentro de Yemen.
A medida que la guerra en Yemen ha empeorado en los últimos años, la infraestructura médica dentro del país se ha deteriorado mucho en el conflicto, dejando a organizaciones como Médicos Sin Fronteras (MSF) con la principal responsabilidad de enviar ayuda y personal para ayudar a los afligidos. A pesar de ser imparciales con cualquiera de los bandos del conflicto, muchos de estos trabajadores humanitarios han sido repetidamente objetivo de las fuerzas militares por sus esfuerzos. MSF ha informado de que su personal ha sido objeto de bombardeos, ha sido retenido a punta de pistola, se le han colocado artefactos explosivos improvisados (IED) en los hospitales y se ha disparado a los pacientes mientras estaban a su cuidado. Además, debido a los constantes ataques a los hospitales por parte de la coalición liderada por saudíes y emiratíes, los servicios médicos del país son incapaces de gestionar los importantes problemas médicos que están surgiendo en la nación.
Desgraciadamente, los ataques a hospitales en Yemen han sido habituales desde el inicio de la guerra. Uno de los primeros ataques tuvo lugar el 26 de octubre de 2015, cuando el hospital de MSF en Haydan, en el norte de Yemen, fue bombardeado por la noche por las fuerzas de la coalición dirigidas por Arabia Saudí y los Emiratos. Aunque no hubo muertos en este ataque porque las bombas impactaron en una sala abandonada del hospital, este ataque dejó a la región sin un hospital crucial que atendía a más de 200.000 personas y era el único centro que salvaba vidas en la región. El director del hospital calificó el ataque de crimen de guerra y señaló que las fuerzas estaban al tanto de la ubicación de los hospitales, ya que se les habían facilitado las coordenadas de todas las instalaciones para evitar bombardeos involuntarios. Aunque las fuerzas dirigidas por saudíes y emiratíes han negado su participación, esta afirmación es muy poco probable, ya que la coalición ha seguido atacando repetidamente las instalaciones hospitalarias a lo largo del conflicto.
El 15 de agosto de 2016, otro importante hospital apoyado por MSF, el Hospital de Abs, fue blanco de las fuerzas dirigidas por saudíes y emiratíes, matando a diecinueve personas, entre ellas un trabajador humanitario. Este ataque se produjo en una instalación de MSF que estaba claramente marcada en el techo para advertir a los bombarderos aéreos, y las coordenadas de este hospital fueron reveladas previamente a las fuerzas de la coalición dirigidas por saudíes y emiratíes. Este bombardeo marcó más de 70 emplazamientos hospitalarios diferentes que habían sido atacados desde el inicio de la guerra, lo que demuestra un claro patrón de ataques de la coalición contra la infraestructura médica. Ibrahim Jafari, funcionario del Ministerio de Sanidad, criticó las acciones de la coalición, alegando que las fuerzas militares más cercanas estaban a más de 35 millas del hospital y que no se podía justificar ningún bombardeo.
Casi dos años después, el 11 de junio de 2018, las fuerzas de la coalición bombardearon otro lugar del hospital de Abs que era un centro designado para el tratamiento del cólera. Aunque no hubo muertos, toda la instalación fue destruida a pesar de que estaba claramente marcada en el techo como centro médico. Esta instalación era especialmente importante, ya que se creó para hacer frente a la creciente epidemia de cólera, y con la continua destrucción de instalaciones médicas en todo Yemen por parte de las fuerzas dirigidas por saudíes y emiratíes, MSF teme enormemente que la reaparición del cólera sea desastrosa.
MSF ha informado de que sospecha que hay más de 110.000 casos de cólera y otros 14.000 casos de desnutrición en todo Yemen. Además, muchos funcionarios sanitarios de la ONU temen que los continuos ataques a hospitales e instalaciones médicas no hagan más que agravar el volumen de casos de cólera, que ya se está extendiendo como un «fuego salvaje». La Organización Mundial de la Salud (OMS) apoyó esta valoración, añadiendo que con la llegada de la temporada de lluvias el número de casos de cólera previsto crecerá exponencialmente. Lo más lamentable de estos brotes es que el cólera es una enfermedad altamente tratable, incluso en los casos graves, pero Yemen no cuenta con instalaciones sanitarias adecuadas para proporcionar un tratamiento apropiado.
El Centro de Control de Enfermedades (CDC) señala que los pacientes afectados por el cólera deben recibir los antibióticos adecuados junto con una terapia de rehidratación. Incluso los pacientes que presentan síntomas graves pueden recuperarse con el tratamiento adecuado. Sin embargo, debido al conflicto en Yemen, conseguir los suministros médicos adecuados y establecer instalaciones médicas para administrar el tratamiento es cada vez más difícil, especialmente con los ataques a las instalaciones. Países como Estados Unidos deben detener la venta de armas a quienes participan en la coalición dirigida por saudíes y emiratíes en Yemen, y exigirles responsabilidades por los bombardeos y ataques a los hospitales yemeníes. A medida que se acerca el Día Mundial de la Salud, el 7 de abril de 2019, los países deben poner fin a su apoyo a este conflicto mortal y, en su lugar, dedicar sus esfuerzos a proteger la salud de los yemeníes y su acceso a la atención médica.
Ethan Cook es un pasante de promoción de la ADHRB