En las últimas semanas, Alemania cerró un acuerdo de armas con Arabia Saudí, dando marcha atrás en su postura de vender armas a los países implicados en el conflicto de Yemen. La decisión tomada en enero de 2018 por la canciller Angela Merkel de que Alemania detendría toda venta de armas a los países implicados en el conflicto de Yemen, como Arabia Saudí, fue un momento decisivo, porque la violencia en Yemen ha atraído la atención internacional. El conflicto ha sido calificado de crisis humanitaria, ya que miles de civiles han perecido como consecuencia directa de la guerra, y se calcula que ocho millones de civiles han sido desplazados y corren el riesgo de sufrir hambruna. En 2017, el Grupo de Expertos Eminentes de las Naciones Unidas sobre Yemen informó de que «hay pocas pruebas de que las partes del conflicto hayan intentado minimizar las víctimas civiles.»
La Unión Europea (UE) tiene una Posición Común sobre la Venta de Armas que detalla los criterios que los Estados miembros deben cumplir cuando venden armas. La Posición Común insta a los Estados miembros a no comerciar con armas con países que las utilizan para cometer crímenes de guerra o para violar las leyes internacionales de derechos humanos. La Posición Común de la UE y sus subsiguientes referendos fueron aprobados por una abrumadora mayoría en el Parlamento de la UE, pero no son aplicables. El cumplimiento de la normativa por parte de los Estados miembros de la UE es discrecional.
Como uno de los mayores comerciantes de armas del mundo, la decisión de Alemania a principios de este año de abstenerse de comerciar con armas con los países implicados en la guerra de Yemen fue una acción positiva que reforzó el compromiso exterior de Alemania con los derechos humanos. Durante la mayor parte del año, Alemania fue un ejemplo de país que priorizaba los derechos humanos sobre los beneficios del comercio de armas. Una de las formas más sencillas de que la comunidad internacional minimice los efectos negativos de la guerra en Yemen es cortar el acceso de Arabia Saudí a las armas y al equipamiento militar. Sin embargo, aunque muchos países dicen promover los derechos humanos, siguen vendiendo armas a Arabia Saudí. Hasta hace unas semanas, Alemania era uno de los pocos países que respaldaba su retórica sobre los derechos humanos con hechos. El hecho de que Alemania haya dado marcha atrás y venda ahora sistemas de posicionamiento de artillería a Arabia Saudí es, por tanto, una señal descorazonadora.
El gobierno saudí también ha intentado recientemente poner fin a una disputa diplomática con Canadá. Arabia Saudí, quizá envalentonada por su capacidad de renegociar con el gobierno alemán sobre las armas, ha estipulado que Canadá -otro país que ha hecho hincapié en los derechos humanos- debe emitir una disculpa formal por su reciente tuit para poder restablecer las relaciones diplomáticas. En agosto, después de que las autoridades saudíes detuvieran a varias destacadas activistas de los derechos de la mujer, el Ministerio de Asuntos Exteriores canadiense tuiteó: «Canadá está gravemente preocupada por las nuevas detenciones de activistas de la sociedad civil y de los derechos de la mujer en #SaudiArabia, incluida Samar Badawi. Instamos a las autoridades saudíes a que las liberen inmediatamente a ellas y a todos los demás activistas pacíficos de #derechoshumanos.»
En respuesta, el gobierno saudí retiró a su embajador, prohibió el regreso del enviado de Canadá e impuso restricciones al comercio. Esta reacción del gobierno saudí rompió las normas diplomáticas y provocó amplias críticas al temperamento del príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman como estadista.
Canadá, especialmente bajo la administración Trudeau, parece guiarse por un sentido de internacionalismo liberal de principios con énfasis en los derechos humanos. El tuit del gobierno canadiense no se aparta de la postura más amplia de Canadá sobre los derechos humanos mundiales, pero Arabia Saudí consideró esta acción como una muestra «escandalosa» de falta de respeto. El ministro de Asuntos Exteriores saudí, Adel al Jubeir, declaró que su país se niega a recibir lecciones sobre derechos humanos, y exigió que Canadá cediera a la presión saudí y se retractara de su declaración para poner fin a esta disputa. Pero a pesar de su postura de principios en apoyo de los activistas saudíes de derechos humanos, Canadá, como Alemania y la mayoría de las demás naciones occidentales ricas y liberales, vende armas a Arabia Saudí. El año pasado, Justin Trudeau dio luz verde a un acuerdo de armas de casi 12.000 millones de dólares con Arabia Saudí. Parte de esta venta supuso la entrega de más de 900 vehículos blindados a Arabia Saudí, que comenzó en 2017.
Arabia Saudí es uno de los peores violadores de los derechos humanos del mundo y, sin embargo, tiene poder de negociación sobre Alemania, Canadá y muchas otras naciones occidentales porque es un aliado estratégico en la lucha contra el terrorismo y también es un gran mercado de armas. Por ello, a veces los derechos humanos pierden prioridad en favor de otras cuestiones, en particular los beneficios financieros de la venta de armas. La comunidad internacional debe hacer algo más que un compromiso retórico con una agenda a favor de los derechos humanos: también debe respaldarlo con políticas. Cualquier aportación de armas a Arabia Saudí puede dar lugar a acciones represivas y violentas contra la población civil tanto en Arabia Saudí como en Yemen. Canadá, Alemania y cualquier otro país que afirme estar en contra de las violaciones de los derechos humanos, no sólo deben ofrecer sin reparos su apoyo a los activistas de derechos humanos injustamente encarcelados, como hizo Canadá, sino que también deben detener toda venta de armas al régimen saudí.
Rebecca Leussing es becaria de promoción en la ADHRB