La semana pasada, la UE anunció una relajación de las normas de visado Schengen para los ciudadanos de Arabia Saudita. No se hicieron concesiones en materia de derechos humanos a cambio. Dado que la democracia constituye el mejor paraguas bajo el cual pueden prosperar los derechos humanos, surge la siguiente pregunta: ¿Cuál es el estado actual de la democracia en Arabia Saudita?
En su nuevo informe sobre la Libertad en el Mundo 2024, Freedom House (FH) confirma, un año más, que el bajo rendimiento de Arabia Saudita en cada dimensión justifica una puntuación justa de 8 sobre 100. En la misma línea, el enfoque multidimensional de Variedades de Democracia (V-Dem) sigue definiendo a Arabia Saudita como una «autocracia cerrada» en su Informe de Democracia 2024, indicando que el país no celebra elecciones multipartidistas para el jefe del ejecutivo o la legislatura. La realidad de Arabia Saudita, junto con la de países como Libia, ayuda a explicar por qué Oriente Medio y el Norte de África (MENA) sigue siendo «la región más autocrática del mundo, con el 98% de su población residiendo en autocracias».
Además de la falta de elecciones libres y justas y la restricción de todos los derechos políticos y el pluralismo, la monarquía absoluta de Arabia Saudita se caracteriza por varias deficiencias en términos de libertades civiles que el Centro Europeo para la Democracia y los Derechos Humanos (ECDHR) ha documentado en gran medida.
Refiriéndose a una de las piedras angulares de la democracia, la capacidad del individuo para expresar libremente sus opiniones personales sobre temas políticos u otros temas sensibles se ha deteriorado profundamente desde el asesinato de Jamal Khashoggi en 2018 y los arrestos de muchos escritores y activistas prominentes, haciendo que la autocensura sea una práctica generalizada en el país. Los ciudadanos de Arabia Saudita y los saudíes que viven y viajan al extranjero también son sometidos a vigilancia y espionaje, estos últimos en lo que podría considerarse un caso de represión transnacional. Además de eso, según informó el ECDHR, el reino continúa participando en la desaparición forzada de activistas que ejercen su derecho a la libertad de expresión. Además, la libertad de creencia está severamente restringida, con la observancia pública de cualquier religión que no sea el Islam prohibida y las prácticas religiosas de los musulmanes chiitas y sufíes restringidas. El reciente caso de los 12 aficionados al fútbol encarcelados por cánticos chiitas pacíficos representa un claro ejemplo no solo de la falta de libertad de expresión y creencia, sino también del uso recurrente de la abusiva y vagamente redactada Ley Anti-Cibercrimen para reprimir esas libertades. Según FH, el gobierno también controla e influye en gran medida en los medios de comunicación y obstaculiza la libertad académica.
En cuanto a los derechos de asociación y organización, la situación es igualmente grave. El gobierno no respeta la libertad de reunión, imponiendo a veces la pena de muerte a quienes lideran o participan en protestas públicas, desalienta el trabajo independiente sobre derechos humanos y cuestiones de gobernanza al negar las licencias que las organizaciones no gubernamentales necesitan para operar, y no garantiza la libertad de formar sindicatos independientes o participar en huelgas.
El estado de derecho en el país también es deficiente. El poder judicial no es independiente y el debido proceso es defectuoso: los derechos de los acusados no están suficientemente protegidos por la ley; a menudo se niega a los detenidos el acceso a asesoría legal durante los interrogatorios; y la detención preventiva prolongada y la detención sin cargos o juicio son frecuentes. Especialmente preocupante es que el debido proceso es particularmente deficiente en los casos de pena de muerte, a pesar de la gravedad de los cargos. Además, la pena capital todavía se aplica comúnmente a una amplia gama de delitos que van más allá del asesinato para incluir delitos relacionados con las drogas y las protestas. En general, en 2023 el reino ejecutó a 170 personas. El castigo corporal, principalmente los azotes, también es común en las sentencias penales. Por otro lado, las denuncias de tortura y otras formas de maltrato por parte de la policía y funcionarios de prisiones se han expresado de manera recurrente, siendo bastante alarmante la dependencia de confesiones obtenidas bajo tortura como base principal para las condenas.
Por último, en cuanto a la autonomía personal y los derechos individuales, cabe destacar las restricciones a la libertad de movimiento impuestas a activistas y críticos como forma de castigo, así como las onerosas restricciones que sufren las mujeres en el contexto del sistema de tutela masculina. Además, los trabajadores extranjeros, que constituyen más de la mitad de la fuerza laboral activa, son sometidos a explotación económica a través del abusivo sistema de kafala.
A pesar de todos los abusos destacados, el empuje de la sociedad civil por un cambio democrático está muy vivo, como demuestra la People’s Vision for Reform en Arabia Saudita, respaldada por 21 organizaciones internacionales. Sin embargo, el significativo poder de Arabia Saudita sobre los precios mundiales del petróleo como el mayor productor de petróleo en la OPEP, le permitió fortalecer su sistema represivo al proteger al régimen de las críticas.
La Unión Europea, como supuesto defensor de los derechos humanos en todo el mundo, debería vincular cualquier lazo con el reino a este esfuerzo.