En respuesta al aumento de las protestas y el activismo de los ciudadanos en línea, especialmente durante y después del movimiento prodemocrático de 2011 en Bahréin, el Gobierno de Bahréin intensificó sus esfuerzos para silenciar las críticas pacíficas e intimidar a los activistas en línea. Junto con su ley antiterrorista, excesivamente amplia y vaga, Bahréin reprime la disidencia en línea a través de la legislación sobre ciberdelincuencia, incluida la Ley de Delitos contra la Tecnología de la Información de 2014, que permite la persecución de la libertad de expresión en línea. Mientras que las leyes de ciberdelincuencia de Bahréin abordan en gran medida cuestiones como la protección de los datos personales, los delitos informáticos, las transacciones electrónicas y los registros en línea, el gobierno aplica la seguridad del Estado, la regulación de los medios de comunicación y las leyes antiterroristas para atacar las críticas en línea.
La Autoridad Reguladora de las Telecomunicaciones vigila y censura ampliamente los contenidos en Internet y exige a todos los proveedores de servicios de Internet que utilicen su sistema de filtrado. También ha iniciado cortes de Internet en respuesta a manifestaciones organizadas en las redes sociales y ha bloqueado sitios web a voluntad. Las herramientas tecnológicas del gobierno le permiten rastrear toda la actividad en línea e identificar rápidamente a los críticos, eliminar sus publicaciones y aplicar medidas punitivas contra ellos.
El Ministerio del Interior, por ejemplo, anunció en 2019 que cualquiera que sea descubierto siguiendo o interactuando con cuentas de redes sociales que «inciten a la sedición y amenacen la paz civil» puede enfrentarse a sanciones legales. El Ministerio advirtió a los usuarios que no compartieran contenidos «extremistas» o falsos que «ofendan a Bahréin y a su pueblo.» Estos términos mal definidos se han utilizado contra activistas pacíficos que reclaman mayores derechos en Internet. Según la ley antiterrorista de Bahréin, cualquier discurso en línea que «perjudique la unidad nacional» puede constituir un delito de terrorismo y ser castigado en consecuencia. El Código Penal bahreiní también prohíbe cualquier declaración falsa que amenace la seguridad o el interés público. Asimismo, la Ley de Regulación de los Medios de Comunicación de 2002 y la Dirección de Ciberdelincuencia penalizan las noticias falsas, los discursos críticos con las figuras públicas y las críticas a países extranjeros amigos.
Debido a las vagas disposiciones de estas leyes y a la implacable represión de la libertad de expresión por parte del gobierno, numerosos activistas han sido detenidos y encarcelados por sus publicaciones en las redes sociales. En 2012, cuatro hombres fueron detenidos por difamar al rey en Internet y condenados a varios meses de prisión en virtud de una ley que prohíbe cualquier crítica al rey.
Mientras tanto, el destacado defensor de los derechos humanos Nabeel Rajab fue condenado a un total de siete años de prisión por sus publicaciones en Twitter sobre el extremismo religioso en el Ministerio del Interior, las torturas en la prisión de Jau y la matanza de civiles por parte de la coalición liderada por Arabia Saudí en Yemen. Las autoridades calificaron sus tuits de «noticias falsas» y de «ofensa a un país extranjero», lo que dio lugar a castigos en virtud de la Ley de Regulación de los Medios de Comunicación. Aunque Rajab fue puesto en libertad en 2020 en virtud del programa de condenas alternativas de Bahréin, cualquier discurso crítico en las redes sociales puede dar lugar a que vuelva a ser encarcelado. En consecuencia, se ve obligado a autocensurar sus contenidos en línea y ya no puede continuar con su activismo en favor de los derechos humanos. Del mismo modo, el gobierno ha silenciado por la fuerza a otros muchos activistas que sólo son liberados de la cárcel si dejan de publicar contenidos en línea.
Otro renombrado defensor de los derechos humanos, el Dr. Abduljalil al-Singace, fue detenido en 2009 después de que las autoridades lo acusaran de delitos terroristas y de «odio al régimen» en su blog online. Finalmente quedó en libertad después de que el gobierno bloqueara su blog de forma permanente. Sin embargo, fue detenido de nuevo en 2011 por su participación en las protestas prodemocráticas y condenado a cadena perpetua por supuesta conspiración para derrocar al gobierno.
Del mismo modo, el bloguero, activista de la libertad de expresión y fundador de Bahréin Online, Ali Abdulemam, fue objeto de acoso por parte del gobierno por su actividad en Internet y condenado en rebeldía a 15 años de prisión tras verse obligado a esconderse y acabar escapando del país. Estos ejemplos de acusaciones arbitrarias y de censura gubernamental de mano dura revelan que Bahréin no tiene ninguna intención de permitir la libertad de expresión o la protesta pacífica en línea.
La represión del gobierno bahreiní contra la libertad de expresión en Internet viola numerosas leyes nacionales e internacionales. La Constitución de Bahréin protege la libertad de expresión y la libertad de prensa, así como las comunicaciones en línea y fuera de línea, con ciertas excepciones. Desde entonces, las autoridades han dejado claro que estas excepciones incluyen cualquier discurso que se considere crítico con el gobierno, independientemente de si realmente pone en peligro la seguridad de otros ciudadanos. Además, el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos garantiza la libertad de expresión y de opinión de toda persona, así como el derecho a compartir información e ideas a través de cualquier medio. Del mismo modo, el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que Bahréin ha ratificado, también protege el derecho a la libertad de expresión y a compartir información a través de cualquier medio. Por tanto, la persecución de Bahréin a sus ciudadanos que ejercen sus derechos fundamentales viola directamente sus propios compromisos nacionales e internacionales.
Ha quedado claro que ningún espacio en Bahréin, ni siquiera en Internet, es seguro para quienes expresan pacíficamente sus opiniones, defienden los derechos humanos o critican al gobierno. El gobierno vigila y censura periódicamente las redes sociales, y quienes infringen las leyes de regulación de los medios de comunicación y de lucha contra el terrorismo, vagamente redactadas, pueden ser condenados a años de prisión. Estas graves restricciones a la libertad de expresión complementan otras atroces violaciones de derechos humanos perpetradas por el gobierno bahreiní, que revelan que, en contra de lo que afirma, no tiene intención de respetar los convenios internacionales de derechos humanos. Al eliminar prácticamente toda disidencia pacífica, el gobierno autoritario de Bahréin se asegura de mantener siempre el control absoluto del proceso político y de escapar a cualquier responsabilidad por sus abusos contra los derechos humanos.